miércoles, 2 de marzo de 2011

Card. Rouco: «La Iglesia se encuentra hoy con que Jesucristo sigue siendo muy poco conocido y amado»

(Luis F. P�rez/InfoCat�lica) Tras los protocolarios saludos a los nuevos obispos y a los prelados que han cambiado de destino, el cardenal ha dedicado la primera parte de su discurso a la pr�xima Jornada Mundial de la Juventud. La JMJ es, para el presidente de la CEE “un instrumento providencial al servicio del empe�o misionero de la Iglesia en la evangelizaci�n de los j�venes”.

“Los j�venes de hoy –de comienzos del siglo XXI– ya no son exactamente aquellos de hace veinticinco a�os que respondieron a las primeras convocatorias del Juan Pablo II”, ha asegurado el cardenal Rouco, para quien la actual generaci�n ha “tenido tambi�n ya tiempo de experimentar el alcance real de las posteriores utop�as de la libertad” y est� “a la b�squeda de una libertad verdadera, s�lida, que permita construir la casa de la vida”.

El Arzobispo de Madrid advierte que aunque a algunos les parezca una obviedad “centrar la misi�n juvenil en el anuncio completo de Jesucristo” y deseen “enfoques supuestamente m�s espec�ficos o m�s adaptados a las necesidades de los j�venes”, lo cierto es que “despu�s de dos mil a�os de evangelizaci�n, la Iglesia se encuentra hoy con que Jesucristo sigue siendo muy poco conocido y muy poco amado”.

Apostas�a en pa�ses de vieja cristiandad

Seg�n el prelado, tal hecho es debido a que “algunos, en los pa�ses de vieja cristiandad, secundando ciertos movimientos de apostas�a impl�cita o expl�cita, se han alejado de la fe. Otros muchos, en los pa�ses de tradici�n cristiana m�s nueva o incluso apenas existente, nunca han conocido a Jesucristo ni siquiera de un modo elemental”.

Por ello,�ha afirmado el purpurado, “la Iglesia no tiene otra cosa que ofrecer a los j�venes y a todos los hombres de hoy sino a Jesucristo. No hay salvaci�n fuera de �l. Y ellos la necesitan con urgencia”. El cardenal Rouco ha explicado que “el programa de la pastoral juvenil de las Jornadas es una vez m�s netamente cristol�gico, centrado en Jesucristo. As� tiene que ser, porque la fe cristiana no es solo
creer en la verdad, sino sobre todo una relaci�n personal con Jesucristo”.

El presidente de los obispos espa�oles ha recordado que “las ra�ces de la existencia no se echan solo a base de conocimientos, sino ante todo, en el trato con Dios que permite al joven saber de verdad qui�n es �l mismo y cu�l es el sentido de su vida”.

Predicar el Cristo del evangelio y de la Iglesia

El cardenal arzobispo de Madrid ha se�alado que “la Jornada ha de ser una gran proclamaci�n y anuncio del Kerygma apost�lico. Lo cual es tanto m�s necesario, cuanto que –como les pasaba a los cristianos de Colosas a quienes San Pablo escrib�a– tambi�n hoy son muchos los que consideran que la Cruz de Cristo es una necedad y proponen a los j�venes sus particulares alternativas filos�ficas e incluso supuestamente cristol�gicas, bajo capa de modernidad y de cientificidad”.

En ese sentido, ha recordado que el Papa ha advertido de que “muchas de las im�genes que circulan de Jes�s, y que se hacen pasar por cient�ficas, le quitan su grandeza y la singularidad de su persona”.

Finalmente, tras se�alar la evidente vocaci�n misionera que ha tenido la Iglesia en Espa�a a lo largo de su historia, el cardenal Rouco ha asegurado que “el Papa conf�a en la Iglesia que peregrina en Espa�a” y ha a�adido que “la Iglesia en Espa�a agradece al Sucesor de Pedro su confianza y su incansable dedicaci�n apost�lica”.

La familia, la escuela y la parroquia, y la verdad del amor humano

El presidente de la CEE ha se�alado que entre los asuntos que ha de abordar la Asamblea Plenaria se encuentran “la necesaria colaboraci�n entre la familia, la parroquia y la escuela en orden a la educaci�n en la fe de ni�os y j�venes; y la cuesti�n de la verdad del amor humano, como elemento clave de la maduraci�n de los j�venes como personas y, por consiguiente, del bien com�n de toda la sociedad”.

Para el cardenal Rouco “es cada vez m�s claro que el futuro de las nuevas generaciones depende decisivamente de las familias cristianas”. Y en relaci�n al papel de la escuela, ha asegurado que la misma “resulta seriamente entorpecida y aun imposibilitada cuando no cuenta con la colaboraci�n de los padres y de una vida familiar acorde con la ley natural y divina”. El purpurado ha sido tajante al afirmar que “el Estado no puede sustituir, ni siquiera suplir, el papel propio de esas dos instituciones b�sicas para el desarrollo de la persona”.

De la parroquia, “c�lula b�sica de la vida eclesial, en la que el hombre natural se hace cristiano”,
el cardenal ha asegurado que “ha de ser capaz de actuar a modo de catalizador de la vida cristiana de la familia y de la escuela”.

La verdad del amor conyugal y las leyes

El presidente de la CEE ha explicado que “la verdad del amor y, en concreto, del amor conyugal no puede ser `creada� ni por el hombre ni por las leyes. M�s bien se manifiesta para ser comprendida y libremente aceptada”. “Cuando es remodelada al gusto de las opiniones o de los sentimientos del
momento
, priv�ndola de alguna de sus caracter�sticas”, ha afirmado el prelado, “entonces ya no se vive en la verdad, sino en el error y en la ofuscaci�n”.

El cardenal Rouco ha constatado “que el desconocimiento de la verdad del amor est� causando mucho sufrimiento y rompiendo muchas vidas”. Por ello propone que “nuestras familias, escuelas y parroquias, con el
aliento muy especial de los Pastores”, ayuden “a los j�venes a evitar la ignorancia de una verdad tan decisiva para sus vidas y a paliar la influencia negativa de un ambiente marcado por tantas fuerzas y corrientes desorientadoras”.

El arzobispo de Madrid ha lamentado que el “matrimonio en nuestro C�digo Civil es simplemente una manifestaci�n se�alada de la relaci�n de convivencia de pareja, basada en el afecto” y ha denunciado que “la instituci�n matrimonial reducida as� a una convivencia de pareja, sobre la base del afecto, con independencia de la diferencia de sexo de los convivientes, sin relaci�n intr�nseca y determinante con las caracter�sticas objetivas del amor conyugal, dificulta gravemente la salida de la crisis de la familia con las consecuencias negativas que de tal situaci�n se derivan para el bien com�n y para el futuro de las nuevas generaciones”.

Nuestra mirada en Jesucristo

El presidente de la Conferencia Episcopal ha abordado la parte final de su discurso afirmando que mientras se recorre “el camino de la preparaci�n inmediata del gran encuentro de Madrid 2011, ponemos nuestra mirada en Jesucristo, en quien se ha revelado para todos los hombres la verdad del Amor que Dios es, as� como el verdadero sentido de la vocaci�n de todo ser humano �del hombre!, llamado a ser por el amor y a vivir en el
amor”.

Y por �ltimo, ha pedido encomendar “todo a la materna intercesi�n de Mar�a Sant�sima, la Madre del Se�or y de la Iglesia. Guiada por su luz, la nave de Pedro sigue surcando los mares de la historia”.

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