viernes, 25 de febrero de 2011

Benedicto XVI: «No puede haber una verdadera reforma de la Iglesia sin conversión de nuestro corazón»

Catequesis del mi�rcoles sobre San Roberto Bellarmino

Benedicto XVI: �No puede haber una verdadera reforma de la Iglesia sin conversi�n de nuestro coraz�n�</h3>

Benedicto XVI ha dedicado la catequesis de la Audiencia General del mi�rcoles a san Roberto Belarmino, cardenal jesuita que jug� un papel muy importante en una �poca marcada por una grave crisis pol�tica y religiosa, ya que tras el Concilio de Trento, para la Iglesia cat�lica era necesario reforzar y confirmar su identidad frente a la Reforma protestante.

24/02/11 8:29 AM | Imprimir | Enviar

(Agencias/InfoCat�lica) �Belarmino ense�a con gran claridad y con el ejemplo de su propia vida que no puede haber una verdadera reforma de la Iglesia si primero no se da nuestra reforma personal y la conversi�n de nuestro coraz�n�, subray� el Papa.

Este eminente jesuita, explic� el Santo Padre, fue primeramente profesor en el Colegio romano donde elabor� su obra titulada “Las Controversias” c�lebre por la claridad y la riqueza de su contenido. Despu�s public� su Catecismo, que se convirti� en su obra m�s c�lebre. Fue creado cardenal y arzobispo de Capua, donde se distingui� por su talento de predicador y por sus visitas a las parroquias.�

San Roberto Belarmino, dijo Benedicto XVI, “nos ofrece un modelo de oraci�n</strong> que debe ser escuchado en contemplaci�n con la palabra de Dios”. Este santo de la Compa��a de Jes�s “tuvo una percepci�n muy viva de la inmensa bondad de Dios en la que �l se sent�a un hijo amado. A pesar de su brillantez como te�logo, prosigui� el Papa, su legado “se encuentra en la forma en la que concibi� su trabajo. Los tediosos oficios de gobierno no le impidieron, de hecho, caminar hacia la santidad con la fidelidad a las exigencias de su propio estado de religioso, sacerdote y obispo”.

“Siendo, como sacerdote y obispo, antes que nada un pastor de almas, sinti� el deber de predicar asiduamente”, explic�. “Su predicaci�n y sus catequesis tienen este mismo car�cter de sencillez que obtuvo de la educaci�n jesuita, toda dirigida concentrar las fuerzas del alma en Jes�s, profundamente conocido, amado e imitado”. San Belarmino ofrece “un modelo de oraci�n, alma de toda actividad: una oraci�n que escucha la Palabra del Se�or, que se colma con la contemplaci�n de la grandeza, que no se encierra en s� misma, que se alegra de abandonarse a Dios”.

El santo, “que vivi� en la fastuosa y a menudo malsana sociedad de los �ltimos a�os del siglo XVI y la primera del siglo XVII, de esta contemplaci�n recoge aplicaciones pr�cticas y proyecta la situaci�n de la Iglesia de su tiempo con animosa inspiraci�n pastoral”. Sus ense�anzas, concluy� el Papa, “nos recuerdan que el fin de nuestra vida es el Se�or</strong>, el Dios que se ha revelado en Jesucristo, en el cual �l continua llam�ndonos y prometi�ndonos la comuni�n con �l”.

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